martes, 26 de julio de 2011

la gaviota

Bajo el cielo gris de este día de julio, me despertaron  unos sonidos estridentes, que parecían de auxilio procedentes del patio. Me resultaban vagamente familiares. Al acercarme comprobé que era un ave. No era la primera vez que esto sucedía, hace tres o cuatro años, en primavera, otro pájaro nos había sorprendido de la misma manera. La observé unos minutos,  vivir al lado del mar facilita que estén presentes en nuestras vidas. A menudo observo sus vuelos a través de la ventana de la oficina y como graciosamente descansan en los balcones y aleros de los edificios de la plaza. La destreza cuando aterrizan en el césped del parque al que acudimos cada día en nuestro paseo rutinario, y como Milu las provoca con sus correteos. Y a pesar del miedo me resultan simpáticas. Continuaba con los llamados a sus compañeras de viaje que sobrevolaban el edificio, y estas le respondían. No estaba herida, sus patas y sus alas parecían intactas, y eso era así porque se movía inquieta de un lado a otro, recorriendo el pequeño espacio. Una y otra vez intentó remontar vuelo, cosechando fracaso tras fracaso. Las dimensiones reducidas y nueve pisos de altura, precisaban de mas extensión para continuar su camino, para reencontrarse con las suyas ¿de dónde procedía? ¿a dónde iba? A los pocos minutos cesó en sus intentos, solo se apreciaba el movimiento de su cabeza según de que lado procedieran los sonidos. Observándola, sentí tristeza, estaba atrapada en un lugar desconocido ¿por qué lo había hecho? que era aquello  que la había llamado para llegar aquí. Los niños del vecindario estaban alborotados, excitados, ya le habían proporcionado comida, que sin producirle curiosidad, ni siquiera se había acercado a picotear. Me inundó aun mas la pena, y ya no podía por un segundo mas ser espectadora del sufrimiento de un ser que había nacido para vivir con los suyos, para volar, volar y volar ...  Salté al patio por la ventana de mi habitación, por unos instantes me quede inmóvil, lentamente me fui acercando, y ante mi sorpresa no huía, no chillaba, estaba inmóvil, nuestras miradas se cruzaron. La alegría de liberarla se conjugó con mis nostalgias

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